Por Alicia López Blanco autora de “Ser, hacer y trascender. Estrategias para alcanzar el bienestar de Editorial Albatros (www.albatros.com.ar)
La búsqueda del sentido de la vida es la motivación fundamental de todo ser humano. Cuando esta profunda necesidad no se satisface, la existencia se torna superficial o vacía.
El bienestar espiritual refiere, específicamente, al hecho de encontrar satisfacción en los aspectos más sutiles y trascendentes de la existencia como son los sentimientos, los valores, los bienes que regocijan el alma, el arte, la naturaleza, los vínculos, el quehacer cotidiano, y los credos y las religiones para quienes adhieren a ellos. Es por esto que la espiritualidad no se aplica solo a un plano elevado de las cosas, sino que puede encontrar implicancias en todas las instancias de nuestra vida. Constituye un proceso de crecimiento personal que se relaciona con el significado que le atribuimos a nuestras elecciones y actos, y con las acciones que realizamos en pos de alcanzar lo que consideramos bueno para nosotros y nuestro entorno. Este tipo de bienestar colabora con la integración personal y la coherencia.
En la sociedad actual, los bienes espirituales no constituyen una prioridad. Cada vez más, vemos extender en el planeta el reino de la superficialidad, la inmediatez, el consumo, el materialismo, el éxito, la eficacia, la falta de comunicación genuina y la carencia de compromiso. También podemos observar que la mayoría de las personas no suele interrogarse acerca del por qué y para qué de la existencia, la vida y la muerte. Los planteos personales pasan más por los bienes materiales que se van a adquirir, o se adquirieron, que por el sentido de las cosas, de los actos; y más allá, por el efecto de sus consecuencias.
Vivimos en una cultura más ocupada en alentar el consumo para el logro de satis facciones inmediatas que en transmitir la importancia de asumir responsabilidades, ser más conscientes de nosotros mismos, más honestos y capaces de arriesgarnos a un cambio, o proponernos alcanzar idea les de vida no relacionados con lo material.
Si aspiramos a vivir en una cultura de la paz, somos nosotros quienes necesitamos abocarnos a la tarea de transformar esta realidad pues, como afirmó Viktor Frankl —neurólogo y psiquiatra austríaco y referente del análisis existencial—, la búsqueda de sentido es la motivación fundamental de la vida de todo ser humano y cuando esta profunda necesidad no se satisface, la existencia se vuelve superficial o vacía. Él llamó a esta problemática neurosis noógena o neurosis de falta de sentido de la vida, y al vacío existencial lo consideró como pobreza de espíritu.
La búsqueda de bienestar espiritual requiere esfuerzo, trabajo, dedicación, toma de conciencia y cambio. Da cuenta de un pro ceso, de una trayectoria, y especialmente, de una tarea que requiere la puesta en acto de la voluntad. Por lo tanto, se aprende, se enseña y se ejercita en el tiempo, al ir asumiendo las tareas que la vida nos asigna.