Cuerpo de mujer
Cuerpo de mujer (Extraído de Mujeres al rescate, de la fuerza interior Alicia López Blanco. Paidós) Puede hablarse de igualdad entre los hombres y las mujeres en lo referido a obligaciones, derechos y oportunidades pero si hacemos hincapié en los condicionantes del cuerpo, las diferencias son enormes. Las mujeres construimos el nido mientras los hombres se ocupan de mandar la tropa de espermatozoides, sabiendo que la mayoría morirá en el intento de alcanzar el objetivo. Ellos, por su parte, nos delegan la responsabilidad del albergue y cuidado de su futura cría durante todo el tiempo que duran la gestación y lactancia. Por su estructura y funcionamiento el cuerpo femenino condiciona algunas formas de nuestro comportamiento: tendencia a ser receptivas, pasivas, contenedoras, empáticas, perceptivas, pacientes, intuitivas y con capacidadcreadora. En el opuesto, elcuerpo masculino les propone a los hombres irrumpir en el mundo exterior, invadir, plantearse metas, dirigirse hacia ellas, ser activos y delegar. Estas características pueden permanecer en estado potencial o desarrollarse en la interacción con el mundo exterior según cual sea la combinación entre los aspectos constitutivos de cada uno y el entorno. Louann Brizendine, luego de 20 años de experiencia clínica como neuropsiquiatra, resaltó la diferencia de la realidad hormonal de hombres y mujeres, y expresó la importancia de las mismas como estimuladoras, en mayor o menor medida, de ciertas áreas del cerebro, determinando intereses e inclinaciones, y también el hecho de que tengamos circuitos cerebrales distintos que los de los varones para resolver los mismos problemas, procesar el lenguaje, experimentar y almacenar la misma emoción. Las distintas sensibilidades se basarían en diferencias estructurales y hormonales que dotan a la mujer de talentos, habilidades, aspectos, maneras de ser y de accionar muy específicas. Por otra parte, demostró que la química cerebral de la mujer es más cambiante que la masculina y sólo permanece igual a la de los varones durante las primeras ocho semanas de la concepción. Por las sustanciales diferencias en la biología de hombres y mujeres, no es adecuado plantear analogías entre ambos sexos ni supuestas igualdades. Las mujeres, por nuestra constitución, no podemos responder a las expectativas generadas en un mundo organizado desde una visión masculina. Para accionar en beneficio de la evolución de la humanidad, es necesario sentar nuevas normas de convivencia social para ambos sexos que brinden igualdad de oportunidades para todos. Desarrollar una nueva mirada que apoye las aptitudes naturales de la mujer y tenga en cuenta sus necesidades, diferentes de las de los hombres, y que no las utilice con el ánimo de discriminarla.
Charlando sobre la realidad actual y cómo afrontarla
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El valor terapéutico del perdón
Perdonarnos a nosotros mismos Perdonar implica dejar sin efecto ni consecuencia una deuda, ofensa, falta, delito o error. Se trata de liberar de responsabilidad a quien nos ha lastimado o agraviado pero ¿qué pasa cuando la culpa y el enojo se dirigen hacia uno mismo? Salvo que nuestro estilo sea el de negar o evitar, podemos llegar a ser implacables cuando hemos dañado a alguien, o arruinado nuestro proyecto de vida, o nos ha dominado un impulso vergonzoso, o nos hemos involucrado en alguna situación contraria a nuestros deseos, principios o valores. Es importante destacar que no todas las personalidades son proclives a auto inculparse o hacerse responsables. En general, las narcisistas y las psicopáticas, por su egocentrismo y falta de empatía, difícilmente caigan en el remordimiento luego de accionar de manera incorrecta o trasgredir alguna norma. En el otro extremo se encuentran quienes tienden a culparse por todo, y hacerlo en exceso, se juzgan duramente y auto–condenan. En ellas se encuentran combinadas la culpa, la vergüenza y los deseos de auto–castigo, lo que no necesariamente implica hacerse responsables o realizar esfuerzos para cambiar o reparar. En estos casos, la respuesta de auto–condenación suele asociarse a la evitación o dificultad para afrontar lo hecho, y difiere del remordimiento, ese pesar que permanece en nuestro interior cuando somos conscientes de haber realizado una mala acción. Cuando el arrepentimiento es auténtico junto con el cambio emocional se experimenta la necesidad de realizar alguna modificación en la conducta, orientándola hacia la reparación del error cometido. Este accionar da cuenta de un aprendizaje, y es ese el que ayuda a evitar la repetición. En todos los casos, queda librado a la conciencia de cada uno el cuestionamiento acerca de cuánto y cómo hacerse cargo de los errores, equivocaciones y perjuicios generados, y de qué manera dar respuesta en los casos específicos que así lo requieran. En primer lugar, para perdonarnos necesitamos reconocer lo que hicimos como inevitable e irreversible, porque solo supimos o pudimos hacer lo que hicimos, y ya es imposible volver atrás en el tiempo para realizarlo de otro modo. Lo único que está a nuestro alcance es reparar en el presente lo que sea posible, utilizando esa energía para tirar a la basura los platos que hayan quedado muy rotos y pegar aquellos que nos brindan esa opción, sabiendo que las marcas quedarán para siempre. El perdón no modifica el pasado, pero sí cambia el presente. Perdonar significa que, a pesar de estar lastimado, uno decide afligirse menos. Comprender y reparar son dos aspectos que colaboran positivamente en el proceso de perdonar. Si por milagro pudiéramos recorrer la infinidad de caminos probables ante cada circunstancia y ver cómo hubieran resultado las cosas de haberlos seguido, nos equivocaríamos menos. La realidad es que no podemos visualizar el futuro y, con los hechos a la vista, es fácil realizar la crítica. En muchos casos, no es lo que hicimos mal lo que nos persigue, sino aquello de lo que no nos hemos ocupado: deseos no realizados, lo no hecho, lo postergado indefinidamente, los caminos no recorridos, las palabras no dichas, las decisiones no tomadas. Tal vez estudios inconclusos, un tema conflictivo sin aclarar con una persona querida, un sentimiento amoroso no expresado a tiempo, la desatención a alguien de nuestro entorno, no tomar la decisión correcta al dejar una relación o un trabajo, o lo que fuera que retorna en forma de auto–reproche. Lo único que podemos hacer con eso en el “aquí y ahora”es reparar lo posible, soltar lo que no fue, y aceptar lo que hay. Del error, siempre podremos extraer algún aprendizaje. La diferencia entre el perdón que recae sobre nuestra propia persona, y el que le concedemos a otro, es que no podemos alejarnos de nosotros mismos, tomar distancia o dejar de vernos, pues el contacto es inevitable. Perdonar a los otros En todas las relaciones humanas existe la posibilidad de sentirse herido por la conducta del otro, sea por cuestiones de menor gravedad, como algo dicho sin pensar, o por alguna acción que implique un mayor agravio. Esto cobra más relevancia en las relaciones cercanas como la pareja, la familia y las amistades. Cuando se trata del perdón a un otro, podemos llegar a concederlo sin que este muestre signo alguno de arrepentimiento, podemos hacerlo de manera unilateral: perdonamos por nosotros, para aliviar nuestro propio malestar, sin que necesariamente requiramos una reparación por parte de quien cometió la afrenta. Si se trata de alguien que participa de nuestras vidas, podemos decidir reconciliarnos o alejarnos sin guardarle resentimiento y, en el caso de que el ofensor no se encuentre involucrado en nuestro universo de relaciones, no tenemos por qué volver a verlo ni promover la cercanía. El hecho de perdonar puede ser liberador de sentimientos negativos como el resentimiento, el rencor y el ansia de venganza, que alojados en nuestro interior no hacen otra cosa que intoxicarnos. Por otra parte, es necesario resaltar que hay cosas que son imperdonables, y el hecho de vernos forzados a hacerlo puede convertirse en una re–victimización. Muchas veces no perdonar puede ser más liberador que hacerlo pero, en ese caso, conviene siempre trabajar en la aceptación del daño para liberar emociones enquistadas que pudieran lastimarnos aún más. Necesitamos diferenciar el perdón de otras tres variables con las que podría confundirse: Del hecho de negar que el daño haya ocurrido. Del olvido, que elimina de la conciencia a la ofensa. De la justificación, que implica la aceptación de los motivos por los cuales fue realizado el perjuicio. Perdonar es reconocer el daño y, aun viendo que no tiene justificativo posible, decidir hacerlo.Esto no implica de ninguna manera la reconciliacióncon quien nos ha lastimado. Se puede permanecer en una relación sin haber perdonado, o perdonar a quien ya no se encuentra en nuestras vidas o a quienes, para preservarnos, no deseamos que sigan participando de ella. En el proceso de perdonar es fundamental facilitar la disminución de las emociones negativas en nuestro interior porque,
¿Controlamos a nuestras emociones o son ellas las que están al mando?
Las emociones son alteraciones del ánimo intensas y pasajeras, que pueden resultarnos agradables o no, y que siempre van acompañadas de una reacción de nuestro organismo. Esta respuesta depende de cómo evaluemos, en forma automática, aquello que nos acontece y de cuán relevantes sean estos eventos con relación a nuestros intereses. Si las emociones nos dominan, no somos capaces de mantener la calma, ni la capacidad de razonar, a la hora de enfrentar o resolver situaciones, significa que no estamos ejerciendo el control sobre nosotros mismos, que actuamos por impulso sin hacer mediar al razonamiento entre el sentimiento y la acción. Esto actúa en detrimento de nuestra salud, satisfacción personal y vínculos. El modo en el que experimentamos las emociones es personal y no distingue géneros. Depende de nuestro temperamento, aprendizajes, carácter, el momento que estemos atravesando, y la cultura a la cual pertenezcamos. Todos podemos tener una respuesta emocional en alguna ocasión pero si estas están al mando la mayor parte del tiempo indican la necesidad de desarrollar nuestra inteligencia emocional. Las principales cualidades de este tipo de inteligencia son: la conciencia de uno mismo; la capacidad para auto-inducirse emociones y estados de ánimo positivos, como la confianza, el entusiasmo y el optimismo; y el control de los impulsos. Esto último se relaciona con la capacidad de dilatar la obtención de la satisfacción inmediata de un deseo con el fin de lograr un objetivo mejor en un plazo más largo. Tener registro de aquellas emociones y sentimientos que habitualmente experimentamos facilita nuestra participación consciente y activa en su manifestación. Esta toma de conciencia nos brinda la libertad de elegir la manera en la que vamos a expresarlas: la canalización que consideremos más adecuada y afín con nuestros intereses. No se trata de reprimirlas sino de orientarlas hacia una forma asertiva de expresión. Esto colabora también al desarrollo de una autoestima positiva. Algunos tips: Regular la oportunidad, intensidad y forma de expresión de aquellas emociones que experimentamos. Mantener la calma, y la capacidad de razonamiento, a la hora de enfrentar y resolver situaciones. Soportar la espera que requieren los diversos procesos. Tolerar la frustración si algo no se da de acuerdo a nuestras expectativas. Aprender a reconocer las emociones ajenas. Poder ponerse en el lugar del otro, y hacer lo posible por mirar la realidad desde su punto de vista. Entablar nuevas relaciones sociales. Intimar. Generar y sostener vínculos afectivos comprometidos. Establecer un clima afectivo y agradable con los que nos rodean. Poner límites sin agredir. Reconocer ante los demás las propias limitaciones y errores. Aceptar la responsabilidad por los propios actos sin excusarse o buscar a los responsables afuera. Pedir ayuda en caso de necesitarla. Enunciar con claridad deseos y necesidades. Reconocer y expresar con tacto, cuidado y respeto, tanto los sentimientos positivos como los negativos. Poseer disposición y capacidad de cambio. Lic Alicia López Blanco – “La salud emocional” (Paidós) y “Estar Mejor” (Ediciones B)
Debate por el colecho
Un artículo de Laura Cabezas en el que participé: Por convicción o porque no se puede lograr que los chicos se duerman solos, compartir la cama con los hijos es una costumbre en alza. ¿Qué pasa cuando los padres se separan y llega otra persona a la casa de papá o mamá? Nicole Neuman estalló de bronca al enterarse de que su exmarido, Fabián Cubero permitió que una de sus hijas durmiera con Mica Viciconte, su nueva pareja. El jugador y la mediática llevan seis meses de relación y ese episodio ocurrió la tercera vez que los novios intentaban «ensamblar» la familia. La reacción de la modelo dio lugar a un nuevo capítulo en esta novela mediática y también, a un debate sensible: ¿qué pasa con el colecho cuando llega una nueva pareja al hogar? Este término se puso de moda en los últimos años de la mano de mamás famosas como Paula Chaves y Juana Repetto, convertidas además en gurúes de la crianza con apego. Se refiere, según la Asociación Argentina de Pediatría, a «la circunstancia en la cual el niño duerme en la misma cama junto a su madre u otros miembros de la familia, todas las noches, durante, al menos, cuatro horas«. Uno de los grandes beneficios en el caso de los lactantes, es que facilita las tomas nocturnas y permite que toda la familia descanse mejor. Diversos estudios prueban que el colecho favorece la lactancia materna prolongada. Pero cuando los chicos crecen, la cama de mamá y papá es más un refugio que una necesidad fisiológica. Allí hay calor, mimos y una sensación única de seguridad. La bronca -o incertidumbre, miedo, indignación- de Nicole la comparten muchos padres separados que no saben qué pasará con sus hijos acostumbrados al colecho cuando se queden a dormir con su ex y su pareja nueva. Como Virginia L., una mamá de Barracas que se separó cuando su hijo Nicolás tenía 2 meses -ahora tiene casi 3 años- y que recientemente se enteró de que su ex se mudó con la novia, a quien ella todavía no conoce. «Nico se baja de la cama en el medio de la noche y se pasa a la mía. Y me intriga saber qué va a pasar cuando esté con ella. Me da ‘cosita’», confesó. Me parece que dormir, bañarse, ciertas cosas para los chicos…son con mamá, papá, una tía o una abuela, dijo Nicole. Según la psicóloga Alicia López Blanco, en estos casos, lo más conveniente es que los padres le expliquen al niño que su cama es su espacio y que debe quedarse allí. Una tarea que puede parecer sencilla, pero es agotadora en el medio de la noche. Sin embargo, según la especialista, es fundamental tener con los chicos esta charla: «El colecho se explica porque somos mamíferos y los bebés mamíferos duermen al lado de la teta de su mamá. Durante la lactancia y hasta que empieza a caminar y hablar, el niño es muy dependiente del afecto y la corporalidad de sus papás. Pero después, hay que empezar a realizar un distanciamiento. Se le debe explicar a los niños que duerman en su cama porque dormir es un acto de intimidad y un estado de mucha vulnerabilidad también». La licenciada propone una solución para los papás con chicos «pegotes»: llevarlos de nuevo a su cama y quedarse allí con ellos toda la noche si es necesario, pero evitar el cuarto compartido. En el caso de padres separados, los reparos sobre el nivel de intimidad pueden tener que ver con las sensaciones agrias que genera ver al ex con una nueva pareja y a los chicos en un hogar del que, a priori, se teme que sean excluidos. «Hay todo una parte de la vida del chico que queda por fuera de tu injerencia y eso es muy difícil. Es la confirmación de que tus hijos no están bajo tu ala. En ese sentido, la cama es la representación máxima de la intimidad, y el momento en el que los chicos están más vulnerables, más mimosos», explicó la psicóloga especializada en crianza y familia, Marisa Russomando. ¿Y cómo se hace para evitar el resentimiento y los celos? «Eso depende de la inseguridad que uno tenga en su rol de madre o padre. Los hijos van a tener un montón de amores; amarán a su maestra, a la niñera, pero el vínculo de madre/padre e hijo es muy especial y único», diferenció López Blanco. «Me quedé a dormir porque las nenas me invitaron. Cuando salgo del baño de lavarme los dientes, la nena en pijama y con una tablet me dice ‘¿te molesta que duerma con vos?’. Y yo le digo que no tenía problema porque era una cama grande, pero que le pregunte al papá. Miramos una peli y nos dormimos. Eso fue todo», relató Mica Viciconte. Frente a esta nueva situación, los especialistas coinciden en que la llegada de otra persona puede ser una gran oportunidad para que los padres trabajen sobre los hábitos de sueño de la familia. «La inclusión de la nueva pareja, invita a ordenar la vida doméstica y a dejar el colecho de lado, excepto que sigan pensando que esa es la mejor forma. Pero en realidad, pocas personas adhieren realmente al colecho. Lo que sucede es que los papás intentan que sus chicos duerman en la cama y como no les sale, terminan durmiendo juntos. También, a veces, cuando los padres se separan hay un período en el que los que no colechaban lo hacen porque los adultos se sienten solos o porque les parece que los chicos están tristes, es un momento de mayor desorden «, explica Russomando. En el caso de que tengamos reparos que van más allá de «lo debido» o «lo correcto», es importante tomar recaudos. «Se debe confiar en el criterio del otro, en cuanto a la elección de la pareja, y si no, están las instancias legales. Si a uno le suena la alarma por algún hecho que le
LOS CELOS, una emoción compleja
Y de pronto, como de la nada, se prende en nuestro interior una señal de alerta y nos invade un desasosiego que no podemos explicar, algo que nos produce una fuerte suspicacia, que nos disgusta, nos enoja y, al mismo tiempo nos provoca miedo. Miedo a perder lo que amamos o deseamos, a ser abandonadas, a ser traicionadas. A lo que nos ocupa de ese modo podemos darle el nombre de celos, una emoción compleja y desagradable, una respuesta que nos alerta de que una relación que queremos mantener está siendo amenazada, un sentimiento que constituye uno de los factores causales de la violencia de género. Como todas las emociones, los celos incluyen cuerpo y mente, junto con el contexto social y cultural, pues es en el seno de la sociedad y la cultura que se generan las creencias, juicios, principios y valores morales que los sostienen. La intensidad de la respuesta de celos, las emociones con las que se asocian, las circunstancias que los provocan y las conductas asociadas a los mismos, son específicos del grupo social en el que tienen lugar y varían en las diversas culturas. Tres emociones básicas se entraman en esta emoción tan negativa: amor, enojo y miedo. Amor basado en la posesión. Enojo, sustentado por la sensación de un probable abandono. Miedo de que la relación finalice, de quedar sola, de ser abandonada. Si queremos participar de una relación saludable, necesitamos sostenerla con un amor basado en la confianza y el respeto. Cuando surgen los celos, estas columnas comienzan a resquebrajarse, pues las conductas que despiertan pueden resultar asfixiantes y altamente nocivas para la pareja. Por celos, los hombres son capaces de llegar hasta el extremo del feminicidio mientras que las mujeres, en su escalada de violencia, son más proclives a ejercerla contra aquellas cosas que ellos valoran, por ejemplo, rayar su automóvil o echar café en su nueva Mac. Si experimentamos celos, conviene que evaluemos con realismo si la estabilidad de la relación está realmente amenazada o si la percibimos inestable por nuestras propias inseguridades. Puede darse también el caso de falta de confianza cuando la pareja ya ha dado muestras de infidelidad, o percibimos su conducta como de seducción hacia otras mujeres o, también, porque sentimos que el vínculo es inseguro por estar lejos uno del otro física o afectivamente. En muchos casos, las personas celosas esconden sus propios deseos de ser infieles y los proyectan en el otro, mientras que aquellas que habitualmente no lo son, pueden tomar la aparición de este sentimiento como una señal de su intuición que podría, sabiamente, estar advirtiéndoles acerca de algún peligro. Sea cual fuere el caso, necesitamos salir de ese círculo de alguna manera, pues nada bueno puede pasarnos si dejamos que esas horribles sensaciones se tornen crónicas. Para evaluar: Si somos celosas como característica de personalidad y es algo que nos pasa en todas las relaciones, puede estar relacionado con nuestra inseguridad y baja autoestima. Si somos celosas sólo en ocasiones, es probable que tengamos una buena intuición o que en esa relación haya algún factor que nos hace sentir inseguras. Si somos celosas con razones fundadas y probadas, yo no lo llamaría celos sino enojo por haber sido traicionadas. Algunas estrategias pueden ayudar a neutralizar los celos Comuniquemos a nuestra pareja lo que sentimos, señalándole cuáles conductas nos despiertan esta emoción. Ahondemos en tema todo lo que sea necesario para poder cotejar nuestra percepción (que puede ser errónea) con la realidad. Teniendo en cuenta que las emociones son fenómenos que se experimentan en el cuerpo pero se sostienen por ideas, y está probado que si estas cambian el sentimiento se desactiva. Aboquémonos a fortalecer el diálogo, la confianza y el contacto amoroso. Propongámonos desarrollar la autoconfianza y autoestima positiva. Si la situación nos supera no dudemos en pedir ayuda especializada. Puede que haya un motivo real para que nos sintamos de esta manera por lo que si descubrimos que es así, intentemos asumir con entereza la realidad y actuar en consecuencia de acuerdo a nuestros valores. Lic. Alicia López Blanco Psicóloga Clínica y Escritora
Ser, hacer y trascender
La salud emocional
Duración: un cuatrimestre. Asistencia: Una vez por semana dos horas (tres horas cátedra). Dirigido a toda persona interesada en transitar un camino de conocimiento personal y aprender más sobre el universo de las emociones. Temas a desarrollar: La respuesta emocional. Motivación y emoción. La emoción como energía. Inteligencia y salud emocional. Inteligencias múltiples. Inteligencia emocional. Salud emocional. El universo afectivo. Las emociones. Las emociones básicas. El bienestar emocional. Sentimientos y pasiones. La expresión de las emociones. ¿Naturaleza o cultura? Tecnología y nuevas formas de expresión emocional. La represión de las emociones. El lenguaje corporal de las emociones. El sustrato orgánico de la emoción. Enojo. La ira. La violencia. Estrategias para neutralizar la ira. Tristeza. La tristeza. Depresión. Duelos. Estrategias para elaborar las pérdidas. Miedo. Ansiedad. Pánico. Estrés. Teoría transaccional del estrés. La resiliencia. Estrategias para el alivio del estrés. Alegría. La felicidad. Salud emocional y felicidad.
Optimización de la salud emocional en el ámbito escolar
Capacitación docente. La educación emocional es un proceso continuo y permanente que se propone potenciar el desarrollo de competencias emocionales que, de forma positiva favorezcan el desenvolvimiento de una personalidad integral, con capacidad para gestionar la propia vida y aumentar el bienestar personal y social. Objetivos de la capacitación Estimular en el docente la reflexión y toma de conciencia respecto de aspectos personales, inter-personales e institucionales que pudieran afectar la salud emocional y relacional en el ámbito escolar. Brindar estrategias destinadas a favorecer el reconocimiento y expresión de las emociones y la asertividad en las formas de relacionarse con uno mismo y con el otro. Temas a recorrer (dependiendo de la carga horaria): Emociones y Salud. Inteligencia emocional. Las emociones básicas. Autoconocimiento, autocontrol, empatía y asertividad. La salud emocional y relacional del niño y el adulto. Relaciones adulto/ niño y entre niños. La violencia en todas sus formas: maltrato (físico y psicológico), hostigamiento y abuso sexual. Habilidades emocionales. Estrategias para estimular el desarrollo de la salud emocional y relacional en el ámbito escolar. Conceptos básicos: Salud Emocional La salud emocional implica un manejo responsable del estado de ánimo, las emociones y los sentimientos, propios y ajenos, reconociéndolos, dándoles nombre, aceptándolos, integrándolos y orientándolos de acuerdo con valores de vida. Este concepto se liga con la Teoría de las Inteligencias Múltiples propuesta por Howard Gardner pues es el desarrollo de estas inteligencias lo que permite acceder a un estado de salud integral. Inteligencia emocional La inteligencia intrapersonal (la referida al conocimiento de uno mismo) y la interpersonal (la relacionada con la capacidad de entender los estados emocionales y motivaciones de los otros) son las predecesoras directas del concepto de inteligencia emocional, la cual está formada por la integración de ambas. Si se añade a estas la inteligencia espiritual, podrá desarrollarse de manera más sólida la capacidad de dirigir la propia vida de manera satisfactoria. Educar para que los alumnos desarrollen una autoestima positiva, autonomía, seguridad en sí mismos, sean solidarios y capaces de relacionarse de forma positiva con los demás para resolver diferentes problemas o emprender diferentes proyectos.
El bienestar espiritual – Palermonline
Por Alicia López Blanco autora de “Ser, hacer y trascender. Estrategias para alcanzar el bienestar de Editorial Albatros (www.albatros.com.ar) La búsqueda del sentido de la vida es la motivación fundamental de todo ser humano. Cuando esta profunda necesidad no se satisface, la existencia se torna superficial o vacía. El bienestar espiritual refiere, específicamente, al hecho de encontrar satisfacción en los aspectos más sutiles y trascendentes de la existencia como son los sentimientos, los valores, los bienes que regocijan el alma, el arte, la naturaleza, los vínculos, el quehacer cotidiano, y los credos y las religiones para quienes adhieren a ellos. Es por esto que la espiritualidad no se aplica solo a un plano elevado de las cosas, sino que puede encontrar implicancias en todas las instancias de nuestra vida. Constituye un proceso de crecimiento personal que se relaciona con el significado que le atribuimos a nuestras elecciones y actos, y con las acciones que realizamos en pos de alcanzar lo que consideramos bueno para nosotros y nuestro entorno. Este tipo de bienestar colabora con la integración personal y la coherencia. En la sociedad actual, los bienes espirituales no constituyen una prioridad. Cada vez más, vemos extender en el planeta el reino de la superficialidad, la inmediatez, el consumo, el materialismo, el éxito, la eficacia, la falta de comunicación genuina y la carencia de compromiso. También podemos observar que la mayoría de las personas no suele interrogarse acerca del por qué y para qué de la existencia, la vida y la muerte. Los planteos personales pasan más por los bienes materiales que se van a adquirir, o se adquirieron, que por el sentido de las cosas, de los actos; y más allá, por el efecto de sus consecuencias. Vivimos en una cultura más ocupada en alentar el consumo para el logro de satis facciones inmediatas que en transmitir la importancia de asumir responsabilidades, ser más conscientes de nosotros mismos, más honestos y capaces de arriesgarnos a un cambio, o proponernos alcanzar idea les de vida no relacionados con lo material. Si aspiramos a vivir en una cultura de la paz, somos nosotros quienes necesitamos abocarnos a la tarea de transformar esta realidad pues, como afirmó Viktor Frankl —neurólogo y psiquiatra austríaco y referente del análisis existencial—, la búsqueda de sentido es la motivación fundamental de la vida de todo ser humano y cuando esta profunda necesidad no se satisface, la existencia se vuelve superficial o vacía. Él llamó a esta problemática neurosis noógena o neurosis de falta de sentido de la vida, y al vacío existencial lo consideró como pobreza de espíritu. La búsqueda de bienestar espiritual requiere esfuerzo, trabajo, dedicación, toma de conciencia y cambio. Da cuenta de un pro ceso, de una trayectoria, y especialmente, de una tarea que requiere la puesta en acto de la voluntad. Por lo tanto, se aprende, se enseña y se ejercita en el tiempo, al ir asumiendo las tareas que la vida nos asigna.